¿Utilizarías esta tribuna para resaltar los fallos de quien te da el premio? o ¿redactarías un discurso moderado agradeciendo?
Decisión difícil, ¿no?.
Ahora te dibujo una situación similar, eres un intelectual que no esta de acuerdo con la política de tu país, el gobierno te otorga un premio por tu destacada carrera.
¿Lo aceptarías?, si aceptas ¿tendrías un discurso moderado? o ¿usas la tribuna para resaltar los defectos y diferencias que encuentras?
Aún más difícil, ¿no?.
Yo creo 'pooka' que no hubiera aceptado el premio, pero el Señor Monsiváis, no sólo acepto la invitación, uso la tribuna para hacer evidente las diferencias que tiene (y comparto) con nuestro conservador, católico y empresarial gobierno.
Eso a mi parecer, requirió más valor cívico que rechazar la oferta. Además hay que considerar que a quienes criticó (al gobierno mexicano en su conjunto, a Fox, Tamez y Abascal) no les quedo más que escuchar, aguantar y sonreír por más de media hora.
Entre los puntos más sobresalientes de su discurso están:
- Critica Abascal por no distinguir su derecho como ciudadano de sumarse a las creencias que religiosas (católicas pues) que él guste y las funciones laicas que debe defender como funcionario público y más como secretario de gobernación. Ejemplos nos sobran: su oposición a la píldora del día siguiente o el escando del libro de aura.
- Resaltó la misma tendencia de derecha, en detrimento de un estado laico en el caso de Felipe Calderón candidato a la presidencia.
- Y luego fue el turno de nuestro secretario de educación, quien le reprocho 'desprestigio intenso' a la que la educación pública esta siendo sometida al grado de que 'el caso de la educación pública se ha implantado ya la especie, ventaja de clase es destino'.
- Finalmente invitó a hacer una defensa de la educación pública, porque en su opinión el país ha de recuperarse por esa vía y ganarle la batalla a la política neoliberal que no toma en cuenta (y más bien desprecia, creo yo) a quien menos tienen.
Lamentablemente todo este discurso cayo en tierra estéril, ante el ejemplo de valor cívico de la defensa de las convicciones laicas, nuestro presidente de la república despidió a todos con su clásica frase:
'¡Que Dios les bendiga!'.
Así que me he tomado la libertad de homenajear a Monsiváis y decir a nombre de los que decean un estado laico....
!Dios bendiga a Monsiváis ! ;).
Como anexo te dejo la liga de la reseña del evento en periódico la jornada.
Corto y pego el discurso completo de tan ilustre hombre dedicado a las letras, para tu deleite. Y en cierta medida, para premiar el esfuerzo hecho por Monsiváis.
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Texto cortado y pegado íntegramente de la página de la Presidencia de la República Mexicana (http://www.presidencia.gob.mx/buscador/index.php?
contenido=23233&pagina=1&palabras=monsivais)
"Carlos Monsiváis: Buenas tardes.
Señor Presidente de la República, Vicente Fox Quesada; señor secretario de Educación Pública, Reyes Tamez Guerra; señora presidenta de CONACULTA, Sari Bermúdez; compañeros de premiación.
Señoras y señores, jóvenes de cualquier edad:
Rindo un homenaje emocionado a las generaciones del futuro, ellas le entregarán a nuestros aciertos el tributo del olvido, de ellas será el asombro genético.
Cómo, vivían sobre la superficie de la tierra, bebían ese brebaje ya desaparecido, el agua; informaban de la muerte de una persona y no del agotamiento de sus efectos especiales.
Y si querían asistir a una reunión multitudinaria no necesitaban compactar previamente sus moléculas, con razón les fue como les fue.
Rindo un homenaje estereofónico a las generaciones del pasado, con altruismo transmitieron uno de sus patrimonios esenciales, sus prejuicios que luego y por lo común han transitado de visiones rígidas del mundo a pintoresquismo de origen represivo.
También hay que señalarlo, una parte de esas generaciones, la más valiosa, nos ha legado su fe en la racionalidad, su ejercicio de la libertad de expresión y de creencias, sus extraordinarios poderes creativos, su amor a la cultura, las artes, las ciencias y su impulso humanista y democrático.
Por lo demás, estos ancestros a estas alturas de la edad, casi mis contemporáneos, dejaron a disposición de la actualidad muchas más palabras de las necesarias según los actuales usos y costumbres.
Tal vez lo hicieron por no prever los ahorros de nuestra economía verbal.
Rindo homenaje fraternal a las nuevas generaciones tan distintas a las anteriores por el peso de crecimiento demográfico, las ganas de localizar el porvenir que las tome en cuenta, el desempleo, la mala educación; no por favor, en el sentido de lanzar palabrotas delante de las damas. Hoy las malas palabras son aquellas que nos hacen ir al diccionario.
En su mayoría estas generaciones han nacido en los territorios de la desigualdad, el término clave de la Nación y están polarizadas desde el principio, así esta ubicación histórica se descubre ahora como amenaza.
La polarización no se inicia en los discursos ni en el afán de llevarle la contraria a la prosperidad, sino a la distribución del ingreso. Ya es hora de pasar de lo particular las etapas históricas a lo general.
Esta ceremonia de valoración, de creadores y obras, un acto republicano por encima de banderías y desavenencias muy reales.
No hablo a nombre de mis compañeros de premiación, pero sí expreso la admiración que les profeso, por ejemplo, a la maravillosa Leonora Carrington y a la muy querida Gloria Contreras.
Qué decirles a ellos sino notificarles el honor de compartir este momento en que se reconoce la solidez, la variedad y la congruencia de sus trayectorias, en lo anterior no me incluyo por autocrítica y no me excluyo con tal de no alejarme de su grata compañía.
El tiempo a mi disposición, sabia virtud, me obliga a concentrarme en un tema por su importancia cultural definitiva elijo el laicismo, primordial desde el Siglo XIX, el conjunto de hechos que va de la separación de la Iglesia y el Estado que se dirige a la construcción de la modernidad, la que se tenga, bastante mejor que ninguna.
El laicismo lanza obviedades como promesas de campaña, ha beneficiado estructuralmente el proceso educativo, cultural, artístico y científico, y ha normado el desarrollo de la vida política y social, como demuestra la secularización irreversible de hoy.
Pero el laicismo es un fenómeno amplísimo y por eso, al aludirlo, selecciono dos hechos: los ataques en su contra tan tristemente difamatorios y la situación educativa.
Por dónde comienzo.
En el muestreo de una campaña internacional que culpa al laicismo de todo, empezaré citando el pronunciamiento del subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, Jaime Domingo López Buitrón, 2 de septiembre de 2005, que exige, sic, a sus órdenes, revisar los mitos de la historia oficial donde la Iglesia Católica ha sido colocada como una institución en busca de privilegios, en vez de explorar más su construcción de la mexicanidad.
Y desde la sintaxis esotérica, declara el subsecretario, que no sea un mito o un problema el enfrentar o discutir ciertos temas que hasta cierto momento histórico han venido siendo mitos que veo que oportunamente para las siguientes generaciones no tienen la carga que en su oportunidad para los que nos precedieron han tenido.
Y en ese marco, trascender hacia un marco de libertad religiosa integral, no habrá de ser sino una consecuencia desde mi punto de vista muy afortunada siempre y cuando sea incluyente en el marco del Estado laico.
México ha sido un Estado laico que respeta las creencias de la población pero con reminiscencias del laicismo, una tendencia exacerbada que tiende a proscribir o socavar cuestiones de libertad, de asociaciones religiosas.
Si entendí bien y capté el marco donde el marco se enmarca, es decir, si extraigo de estas palabras lo que ahí nadie depositó deliberadamente y me guío por la intuición y, me guío por la intuición, ese power point de la conciencia, lo que el subsecretario quiso transmitir fue la estrategia reciente tal vez calificable con una expresión de feria del tipo de dónde quedó el conceptito.
Estado laico sí, porque es inevitable, pero el laicismo, el pensamiento que lo anima y lo hace posible, ese francamente no; se acepta el pecado, pero se rechazan las tesis del pecador.
Así que según López Buitrón, el laicismo, el centro de la reforma liberal y de las constituciones de la República es una tendencia exacerbada, que éste no es el caso de un funcionario extraviado en 1834 lo aclara el 29 de enero de 2006 el secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, en un acto de agrupaciones devocionales.
Según el licenciado Abascal a México le faltan lo que podrían ser horas sin ojos y por eso no pide volver a la religión como el espacio de formación de valores.
Y añade: es necesario recuperar con absoluta libertad de credos la religión como el espacio que propicie la vinculación, la revinculación del ser humano con su destino trascendente para que le dé sentido a los valores éticos que han de comprometer su existencia diaria, hasta aquí la cita.
Es por lo menos insólito, un secretario de Gobernación que apenas toma la palabra instala su púlpito virtual y no tanto, como ciudadano y creyente, Abascal está en su perfecto derecho de proclamar las ventajas de la fe, como secretario de Estado no, porque no hay tal cosa como un señor que si vigila el proceso electoral es laico y deja de serlo si olvida por completo la estructura ética de la institución en donde devenga salarios y tribunas.
Es como si un obispo dejase categóricamente de serlo a la hora de atender sus negocios taurinos y se burlase de aquéllos preocupados por la crueldad contra los animales.
Si vuelvo a don Carlos, tiene caso reiterarle lo evidente, el Estado laico conlleva obligadamente la ética republicana que sin negar en lo mínimo el papel de las religiones como espacio de formación de valores, deposita en la educación y las leyes los principios éticos de la sociedad no teocrática.
El laicismo respeta todos los credos, pero no acepta el retorno a un dogma religioso como criterio único muy probablemente para que no se acuse el país de clonar al Siglo XVII.
A lo largo de la historia ya se ha probado con regímenes sólo de fundamentalistas religiosos, o sólo de marxistas, así autocalificados, a los extremos a que conduce la unanimidad impuesta por los requerimientos confesionales del hombre nuevo, mujeres absténganse.
Por lo demás, ya lo dijo en otra oportunidad el secretario Abascal, la democracia es el camino que han escogido las fuerzas internacionales de la subversión, textual.
La validez del Estado laico se ratifica al examinar la conducta opuesta, la variedad de expresiones de intolerancia a nombre de la trascendencia no definida para mejor enarbolarla.
Por fortuna, aunque en el sigilo obtengan sus victorias administrativas, el fundamentalismo de la derecha ha perdido en México una tras otra sus batallas culturales.
Pongo dos ejemplos relevantes: el intento de prohibir el filme El Crimen de Padre Amaro de Carlos Carrera; y la campaña para impedir la píldora del día siguiente.
En ambos casos, el Gobierno Federal ha procedido conforme a las normas del Estado laico en un caso contra la censura, en el otro ateniéndose a los dictámenes científicos.
El Crimen del Padre Amaro se transmite por televisión sin problemas, y la píldora del día siguiente cumple sus funciones a pesar de afirmaciones irracionales como las recientes de un candidato presidencial.
A la píldora no la incluiría en el cuadro básico de medicinas ya que es abortiva como está demostrado, mentir en asuntos que atañen a vidas humanas es tan grave que convendría mejor aceptar la ignorancia.
Paso al otro tema vinculado al laicismo, qué sucede con la educación pública según la óptica de las minorías en las distintas formas del poder.
Desde hace medio siglo por lo menos, y al fenómeno no se le advierte, no se le aplica el interés debido, a la educación pública se le considera el refugio de los que no pueden evitarla, los desconocidos de siempre, los carentes de acceso a los beneficios de la alta tecnología y la compañía escolar de los que serán poderosos, porque sus padres ya lo son.
A estas alturas parece que da flojera fundar dinastías; en las escuelas públicas se insiste, no hay nada que hacer, los maestros son unos irresponsables, no hay estímulos del desenvolvimiento, viajes, facilidades de estudio, prestigio íntimo, infraestructura tecnológica.
Es discernible la intención de esta crítica, no se quiere destruir la educación pública para qué, que los asalariados sepan leer y escribir o algo que se le parezca.
Lo que se quiere es profetizar o atestiguar la suerte atroz de sus egresados o expulsados, de los cuales, asista al sorteo del destino sólo un puñado se integra a la clase gobernante, mientras la mayoría es de suponerse que por lealtad se aferra a la base de la pirámide.
Son innegables las limitaciones de las escuelas públicas, como lo son las de las escuelas privadas, pero en el caso de las primeras, los dicterios no provienen de la observación y el análisis, sino de la certidumbre.
Fuera de los centros educativos de la elite aparece el abismo, no aludo aquí a la calidad de la educación pública y privada, sino a la campaña de desprestigio intenso contra la enseñanza que proporciona el Estado laico.
Si bien con la UNAM las calumnias se han desbaratado, en el caso de la educación pública se ha implantado ya la especie, ventaja de clase es destino.
Iván Ilich demostró con brillantez las consecuencias lamentables del mito de la escolaridad que iguala al fracaso en la escuela con el fracaso en la vida, tal y como lo señaló el término destripado que se usaba para mencionar al que abandonaba los estudios.
Esto, dicho sea de paso, comienza a modificarse cuando según el criterio de las elites el título de licenciado ya equivale a un segundo certificado de preparatoria.
No se admite lo innegable, en el menosprecio frenético, tras el menosprecio frenético de las escuelas públicas se levanta otro capítulo de la lucha de clases versión globalizada, pobre de solemnidad es aquél que en su correspondencia todavía usa timbres postales.
Y esto se agrava con los sectores indígenas y también en la aplicación del presupuesto.
A los niños indígenas se les relega estrepitosamente, mientras los recursos educativos disminuyen.
El neoliberalismo exige un país competitivo concentrado en la productividad, y el neoliberalismo se ocupa en evitar la capacidad educativa de los sectores populares, afirma Armando Labra.
Si consideramos que el escaso crecimiento de la economía y el empleo hace su letal oficio de no ofrecer opciones de trabajo a los jóvenes, tenemos casi seis millones en edad de estudiar o trabajar que no cuentan con aulas o trabajo.
Una de las tareas urgentes del desarrollo civilizatorio en México es la reivindicación de la educación pública, insistir en su deterioro como se hace desde las clases más que favorecidas sin revisar detenidamente la idea de deterioro y sin verificar la capacidad de los egresados muy alta en muchos casos, es inventar el espectáculo de la decadencia de quienes nunca han vivido el auge.
La utopía beatífica cuya realización tanto le preocupa al dirigente Manuel Espino que ve a ese maestro de escuela pública que reza en una banquita en el patio de la escuela al lado de sus alumnos, indica el nivel de piedad del señor Espino pero no su conocimiento educativo.
No radica el problema en llevar la educación religiosa a las escuelas públicas, algo ya imposible porque la secularización es un dispositivo mental y cultural arraigado profundamente, lo que procede ahora es la defensa de la educación pública que atrae al 92 por ciento de los alumnos y la certidumbre de que no habrá desarrollo nacional si se desdeña la formación de las mayorías.
Pensamos en generalidades, afirmó Alfred North Whitehead, pero vivimos en el detalle, el laicismo es la generalidad que en principio permite acercarse a los detalles de la realidad del modo más libre posible, y por eso la nación en la globalidad, multirreligiosa, diversa, tolerante, sólo puede ser laica.
Muchas gracias."
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