Hoy ya tenemos la respuesta, en un despliegue sin precedentes se usa el ejercito (la PFP se integra en parte con Militares con licencia) para adueñarse de las calles. Dicen ellos para recuperar la ciudad de Oaxaca ¿ pero si la ciudad le pertenece a sus pobladores? y esta muy claro que una toma de más de 4 meses no se puede sostener sin el apoyo local, sin la gente que vive ahí es imposible.
Ya nos habían amenazado con el uso de los tanques lanza agua, pero que el día del informe no usaron, esta vez fue diferente, los tanques se hicieron presentes y arrogaron gas pimienta a los pobladores, los mimos para los que se dice recuperan la cuidad.
Orgullosdamente el vocero presidencial nos dice que estos tanques se usan en el primer mundo, pues valla primer mundo, ojala tambien nos homologaran los sueldos. Así Oaxaca no tendría razón de ser. Y por si esto no fuera poco regatea los muertos, que no son cuatro que sólo uno, que no hay 100 detenidos que son sólo 40.
Es un secreto a voces que el Gobierno Federal, particularmente el ejecutivo, quiere darle solución pronta al conflicto, pero sin promover la destitución de Ulises Ruiz (dice que es Gobernador del estado); de lo contrario se rompería la alianza PRI-PAN para permitir que el 1 de diciembre tome posesión del cargo de presidente el tal FECAL.
Con estas actitudes, nos muestran una vez más, pero ahora con mucha claridad, que lo que menos les importa son los habitantes de este país, no representamos más que votos en las fechas indicadas, el resto del año somo como costales.
Además es lamentable, que le mensaje que nos da la presidencia de México es que las muertes de mexicanos no importen, tiene que morir un extranjero, para que torpe y tardía mente se decidan a reconocer que Oaxaca pertenece a la federación, que ellos pueden hacer algo para distender el probelma. Sólo que nadie les explico que los garrotes no son parte del dialogo y no distienden las cosas, sólo las aplazan.
Contrario a lo que supongo esperaban, la virulencia será mayor, la APPO se desplazo a Ciudad Universitaria, los grupos estudiantiles en todo el páis se organizan para protestar, la Coordinadora de -Profesores a nivel nacional hará lo propio y AMLO jalará agua para su molino movilizando a sus simpatizantes.
Así pues, el problema de Oaxaca dista mucho de estar resuelto y a la salida de Ulises ahora le sumamos la del ejercito vestido de gris (PFP) salga del estado.
Si hay en algún lugar hay que aplicar mano dura es en el combate al narcotráfico, pero esos no darán problemas en la toma de posesión.
Les dejo un par de fotos que nos lustran lo que pasa en Oaxaca y un articulo publicado en el día de hoy en la jornada que me desató este envió.
Foto: Raúl Estrella/EL UNIVERSAL 30 de octubre de 2006
Manifestantes que se dirigían al zócalo de Oaxaca se encontraron de frente a las tanquetas de la PFP, con las que trataban de impedirles el paso (Foto: Raúl Estrella/EL UNIVERSAL)
De la jornada en línea del martes 31 de octubre del 2006
Integrantes de la Policía Federal Preventiva se aprestan a contener una de las tres marchas que realizaron ayer los integrante de la APPO con rumbo al centro histórico de la capital oaxaqueña.
Simpatizantes de la APPO responden con piedras al ataque de la Policía Federal Preventiva en el centro de la ciudad de Oaxaca FOTO Ap/ Guillermo Arias
Esta anciana protesta a gritos ante la presencia de los policías FOTO Ap/ Guillermo Arias
La Policía Federal Preventiva en plena acción contra integrantes y simpatizantes de la asamblea FOTO Reuters/ Henry Romero
En medio de gas lacrimógeno miembros y seguidores de la APPO corren después del ataque de los uniformados federales FOTO Reuters/ Daniel Aguilar
Varios miles de oaxaqueños descontentos realizaron una marcha FOTO Ap/ Eduardo Verdugo
Artículo publicado en la jornada en línea el martes 31 de octubre de 2006
http://www.jornada.unam.mx/2006/10/31/033a1pol.phpLa batalla de Oaxaca
Luis Hernández Navarro
De hinojos, con la bandera nacional en alto, con su sangre como ofrenda, un ciudadano se coloca frente a los vehículos de la Policía Federal Preventiva (PFP) para tratar de evitar su paso. No es el único. No lejos de allí, decenas de oaxaqueños se tiran al piso para formar una alfombra humana que evite el avance de las tanquetas que lanzan chorros de agua a presión.
En las calles de la Oaxaca son mujeres, niños, jóvenes, ancianos quienes se enfrentan de manera no violenta a los gendarmes federales. En pequeñas cartulinas escriben: váyanse, no son bienvenidos. Son miles de personas las que usan su cuerpo como única arma para resistir la agresión policial. Han convertido el miedo en rabia, la humillación en dignidad.
En tres barricadas la tensión sube de tono. Hay quienes arrojan palos y piedras. Unos pocos quieren aventar molotovs. Otros más lanzan cohetones. Grupos de jóvenes y pobres urbanos desean enfrentarse con los uniformados. Desde Radio Universidad, voz del movimiento contra Ulises Ruiz, los locutores insisten una y otra vez en enfrentar de manera pacífica la incursión de los gendarmes federales. Paciencia, calma, inteligencia, recomiendan. No caer en provocaciones, insisten.
El ofrecimiento gubernamental de un operativo de disuasión limpio y sin contacto se esfuma desde los primeros momentos. Son palabras. La policía arroja gases lacrimógenos, blande los toletes, dispara armas de fuego, catea domicilios particulares, detiene ciudadanos, agrede a periodistas y confisca su material gráfico. Su consigna es avanzar con todo, tomar edificios públicos, borrar las huellas que den testimonio de sus tropelías, hacer sentir su fuerza.
Como en Atenco, el gobierno monta una gran campaña mediática para tapar las atrocidades de sus gendarmes. El secretario Abascal declara que no hubo muertos, que el saldo es blanco. Lo mismo hace el presidente Fox. Pero la voz de los difuntos los desmiente. Los más de 50 detenidos los refutan. Los heridos lo niegan. Otra vez más, como en Lázaro Cárdenas y como en el mismo Atenco, la agonizante administración de Vicente Fox se mancha las manos de sangre.
Es la batalla de Oaxaca. Es la revuelta popular más importante en muchos años y el intento de sofocarla por la vía de la represión. En ella está contenida la prefiguración del rumbo que pueden tomar las protestas populares en México. Aunque el poder diga que la incursión busca garantizar la seguridad pública, lo que para él está en disputa ahora es la destrucción de la nueva sociabilidad tejida desde abajo y el sotenimiento de Ulises Ruiz. En cambio, para quienes intergran el movimiento lo que se pelea es su proyecto autónomo, tanto como su vida misma.
La batalla de Oaxaca es un combate en el que el gobierno federal juega sus cartas como siempre, pero el movimiento popular despliega las suyas con imaginación y audacia. Mientras las fuerzas federales se comportan como un ejército de ocupación extranjero engolosinado con las posiciones que ocupa, los oaxaqueños enarbolan centenares de banderas patrias y cantan el Himno Nacional. En la disputa por los símbolos patrios, la gobernación perdió el primer asalto. No bien la PFP tomó el centro de la ciudad y posiciones estratégicas, los ciudadanos levantaron nuevas barricadas a sus espaldas. La gente que desde sus comunidades serranas había apoyado el movimiento baja a la capital del estado. No van a marchar solamente. Los cercados rodean a sus agresores.
En Oaxaca, Vicente Fox está pagando con sangre la alianza política para avalar la toma de posesión de Felipe Calderón como Presidente de la República el próximo primero de diciembre. "Yo no creé este problema", dice el defenestrado mandatario estatal.
El gobierno federal se hizo cargo de la cuenta de las tropelías de una administración local a la que sus ciudadanos repudian. Fox cubrió la factura de Ulises Ruiz a un precio estratosférico. El Partido Acción Nacional solventó el importe de las barbaridades perpetradas por el Partido Revolucionario Institucional. La dimensión de este compromiso puede ejemplificarse muy bien parafraseando la escena final de la obra de Bertolt Brecht Los días de la Comuna, en la cual el aristócrata celebra el aplastamiento sangriento de la Comuna de París de 1871, de la que la sublevación oaxaqueña es hija legítima:
PRIÍSTA (a media voz): Mister Fox, para usted esto significa la inmortalidad. Ha devuelto Oaxaca a su verdadera soberana, México.
FOX: México... son ustedes, los priístas, ladies and gentlemen...
Por lo pronto, el gobierno federal ha comenzado ya a pagar el precio de la alianza. En varias ciudades europeas se han ocupado consulados mexicanos o efectuado mítines frente a sus edificios. En México las acciones de protesta contra la acción policiaca se han extendido a otros estados y grupos de maestros preparan un paro nacional. Y según afirmó el dirigente indígena Adelfo Regino: a ver cómo le hace ahora Felipe Calderón para ir a Oaxaca.
No hay regreso a la normalidad fincado en el uso de la violencia. No hay forma de sanear el tejido social con la ocupación policiaca. La gobernabilidad requiere de la aceptación de que los gobernados reconozcan la legitimidad de sus mandatarios. Esa aceptación no existe y no vendrá con toletes y botas. Por el contrario, el fermento de la inconformidad se ha esparcido a todos los rincones de la entidad con el nuevo agravio. Si hasta ahora algunos sectores de la sociedad habían permanecido neutrales, el atropello federal los ha obligado a tomar partido.
El acuerdo con la dirección del sindicato magisterial para volver a clases este lunes naufraga. No hay condiciones para hacerlo. La sangre de los muertos está aún fresca y la indignación es enorme. Los maestros que habían aceptado el repliegue se vuelven a movilizar. La presencia policiaca es un agravio inadmisible que ha calado hondo.
La batalla de Oaxaca no termina aún. Por el contrario, la solución al conflicto en la entidad es hoy mucho más compleja que hace unos días y parece más lejana. La frase es trillada, pero inevitable: quisieron apagar el fuego echándole gasolina.